Dale valor al trabajo de los demás

Aprendiendo a cultivar a cielo abierto en un terreno extenso tuve la oportunidad de conocer a gente muy peculiar, entre ellos un campesino morelense que estuvo ayudándonos algún tiempo a labrar el terreno. Un día batallaba yo con el azadón para abrir la tierra a pleno rayo de sol. Él se acercó con una pala de mango largo y me enseñó un rítmico bailecillo que facilita y agiliza la labor de aflojar la tierra; me explicó cuál es la mejor hora para labrar, sembrar y regar, entre otras cosas. Y mientras yo avanzaba medio metro de terreno, él lo hacía mucho más veloz. En un momento sólo me detuve a observar lo bien que lo hacía, el cuidado, el interés y el cariño por la tierra. Ese aprendizaje en el campo me enseñó a comprender el valor de tener alimentos en la mesa, tan sencillo como ir al súper por ellos sin saber el trabajo y el esfuerzo que hay detrás. Así por la vida de vez en cuando ando en camión y escucho las pláticas de los choferes, sus preocupaciones, sus historias famili